El único espacio en Bogotá donde se reúnen personas de
todos los estratos, es uno de los lugares más antiguos. Donde conviven el pecado,
el descuido, imperfecciones, errores, y abandono.
´´En este cementerio no hay tristeza, ni soledad tampoco,
ni alegría, ni los muertos están, ya sólo barro, ni se acercan los vivos de
visita. Sólo hay serenidad imperturbable, como una niebla fina flotando sobre
lápidas y estatuas, que tantas cosas en silencio gritan´´, este es el fragmento
de un poema escrito por Francisco Álvarez que nos habla de ese tema que muchos no quieren tocar
y que para otros tantos es algo de nunca acabar.
A pesar de ser uno de los días en los que se supone va el
mayor número de gente, solo a uno lo lloraba su familia, parecía no llevar
mucho desde su llegada. El lugar está en su mayor y completo abandono.
Mientras realizaba el recorrido, el cruce de bulla,
canciones y ritmos me asombraron. Cualquiera que entrará con los ojos vendados,
pensaría estar en medio de una feria donde los sonidos se confunden. Una feria
pero vacía.
El aparente vecino nuevo para quienes residen ahí. Era
visitado por sus seres queridos, de raíces humildes, lo noté por la forma de
vestir, sus ropas estaban algo desgastadas, parecía percudida, tal vez por tanto
uso. Y como típica familia de bajos recursos eran acompañados por varios
infantes, parecían asignados tres menores
por cada adulto. Y sus canciones sonaban a los ritmos populares. Notaron
nuestra presencia y fue imposible no parecer reflectores en tanta oscuridad.
Al otro extremo dos jóvenes escuchaban hip-hop, ese ritmo
urbano que salía de una grabadora cargada al hombro. Atravesaron el recinto
casi en forma de zigzag y sin destino aparente. Podrían ser de esos tantos que
ingresan al lugar para fumar droga a escondidas.
A primera vista solo negocio es lo que se mueve, desde
las flores afuera del lugar, la venta de alcohol en la esquina de al frente y
los ´´curas´´ que ofrecen los mejores servicios para dar una digna y especial
despedida.
Aunque el lugar tiene dos entradas, mi ingreso lo realicé
por un portón que a su lado derecho decía, entrada de carros fúnebres. Dos
celadores en la entrada daban la sensación de estar en un lugar seguro, aunque
alrededor de este barrio de almas, solo la prostitución, burdeles e
indigentes son los vecinos más cercanos.
FOTO DEL CEMENTERIO CENTRAL tomada de google. |
Vecinos confianzudos, esos que arman rumba y no paran de contar sus problemas esperando a que se los resuelvan, con notas escritas debajo de algunas puertas, esos que ni siquiera piden permiso para meterse en el lugar de descanso, aunque sea en casa ajena. Entran como Pedro por su casa sin llaves, imagínense donde las tuvieran.
Avanza el recorrido, y el lugar desde adentro parece un
laberinto, el espacio está a punto de agotarse. Ya no se encuentra un lugar
donde posar los restos de un alma más. El problema tal vez radica en la mala distribución.
Posiblemente en los inicios del que es ahora el Cementerio Central, jamás se
imaginó albergar a tantos huesos, en definitiva no hay ´´cama´´ pa´ tanta
gente.
Arcilla, cemento, cerámica, granito, ladrillos entre
otros materiales son los vistos en este lugar lleno de contrastes. En algunas
lapidas, panteones o mausoleos, como mejor lo prefieran, se reflejan las
imborrables diferencias de estrato en las que vivimos en este país.
Hoy en día no es lo que fue antes, y lo refleja la
actitud que tiene el señor Romero, un trabajador del lugar, al preguntarle por
la cantidad de gente que visita el lugar. ´´Acá ya no viene casi nadie, esto
los domingos antes era lleno, solo viene acá gente que no respeta, ¡Jum…sí
hemos encontrado a gente teniendo relaciones!´´.
Creería que una de las razones es porque dejo de ser
territorio de los ingleses, para convertirse en la perversión absoluta del
pecado, a los alrededores del
Cementerio Central, ubicado entre las calles 24 y 26 y desde la transversal 17
hasta la carrera 22, en la localidad de Los Mártires de Bogotá.
´´Los nombres guardan un recuerdo en piedra que casi
siempre se perdió en la brisa. Sobre la tierra, el mármol o el granito, la división
de clases, jerarquías, más para beneficio de los vivos, los muertos ya
igualados en cenizas, incapaces de ver la diferencia entre rosas lozanas y
marchitas´´. F. Álvarez.
Aunque todos al pie de sus puertas indican sus nombres,
son muchos los que son ignorados.
Por Yesika Castellanos